Te lo advirtió. A ella nadie la deja. Para dejarla han de abandonar el mundo y luego convertirse en el polvo que deambula y acaricia las rocas. Esas rocas oscuras que conforman las faldas de tu volcán favorito, aquellas accidentadas superficies en las que ahora te depositas y descansas los días en que el viento esta calmo y ausente, como tu cuerpo.
Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar. Hagamos el intento....
miércoles, 8 de mayo de 2013
El polvo de un volcán
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Maravillosa entrada.
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