jueves, 31 de marzo de 2016

Ombú

Caminando por Alicante me encontré un árbol alucinante, como de cuento. Seguro que mientras nadie lo mira se arranca a caminar.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Cachorra del Imperio


Yo tenía dos muñecos de barro decorando la estantería de libros. Uno era un Hugo Chávez en traje de militar. Otro en "chandal" con la bandera venezolana, ese que le gustaba tanto. 

Hoy al llegar a casa el del "chandal" había perdido la cabeza. Del del traje militar sólo pude localizar las piernas. 

¿Alguien quiere adoptar a una perrita? Es muy cariñosa. Bolivariana, eso sí, no es. Claramente. 

Razón aquí.

jueves, 17 de marzo de 2016

Leo


Pantalón pitillo. Camisa sin mangas. Brazos llenos de tatuajes. Gorra de policía. Ojos mapacheados. Guitarra en mano. En todo el cuerpo eso que llaman "actitud". El hombre era todo un espectáculo. Lástima que la imagen no tenga sonido. Cantaba una canción punk, re punk, que decía: "carne de hippie, maldita, podrida" una y otra y otra vez, mientras la mayoría de pasajeros escuchaba y miraba entre el pasmo y el terror. Algunos más sonreíamos. 

No llegué a saber si la canción decía algo todavía más profundo pues llegué a mi destino y tuve que abandonar el vagón...

jueves, 10 de marzo de 2016

Perra vida


Caminando de regreso a casa me encontré a la vecina de enfrente. Vive en un tercer piso y desde su balcón tiene una vista preferencial hacia la terraza de casa. Disfrutó hace tiempo, y me lo contó feliz, la batalla de Trufa contra la escoba (que ganó ella, evidentemente). Otro día rió a carcajadas cuando la batalla no fue contra una inane escoba sino contra todas las macetas y sus pobres habitantes. Esa guerra también la ganó ella. Y la sigue ganando. 

Hoy, la señora de enfrente, sonrió a lo lejos nada más al verme y cuando me tuvo cerca me soltó:

- Ayer pensé mucho en vosotros. Me reí tanto. Me asomé al balcón y vi a tu perrita a sus anchas tomando el sol, bien fresca ella, subida en la tumbona. Eso hace todas las mañanas mientras vosotros estáis fuera, trabajando. 

Y yo pensé: pobrecita Trufa, ¡qué perra es su vida!

martes, 1 de marzo de 2016

El baile semanal


Un teclado, de esos que hacen todo tipo de sonidos, acompaña a Omar, el hombre orquesta. Visiblemente emocionado saluda a la concurrencia. Recita las reglas: no se pueden mover las sillas, ni apartar lugares. Cuando completemos el aforo no entra nadie más. 


La música empieza a sonar. Las parejas se acomodan en la pista. 

La sala está casi llena, en las sillas reposan abandonados los abrigos y los bastones. El salón es un mar de cuerpos de cabecitas blancas que bailan y gozan a buen ritmo. Como toda la vida.
Yo, desde fuera, los observo emocionada y olvido la rabieta que me provocó la señora mayor que me empujó en el autobús. Ella, muy emperifollada, pasó por encima de mí jaloneando a un viejito que me pareció de cien años.

Ahora lo entiendo todo: no quería perderse ni un minuto su cita semanal en aquél salón, donde todos los martes mueve el esqueleto y goza como cuando tenía 15 primaveras. Yo también tendría prisa, tampoco correría el riesgo de quedarme afuera.