Caminando de regreso a casa me encontré a la vecina de enfrente. Vive en un tercer piso y desde su balcón tiene una vista preferencial hacia la terraza de casa. Disfrutó hace tiempo, y me lo contó feliz, la batalla de Trufa contra la escoba (que ganó ella, evidentemente). Otro día rió a carcajadas cuando la batalla no fue contra una inane escoba sino contra todas las macetas y sus pobres habitantes. Esa guerra también la ganó ella. Y la sigue ganando.
Hoy, la señora de enfrente, sonrió a lo lejos nada más al verme y cuando me tuvo cerca me soltó:
- Ayer pensé mucho en vosotros. Me reí tanto. Me asomé al balcón y vi a tu perrita a sus anchas tomando el sol, bien fresca ella, subida en la tumbona. Eso hace todas las mañanas mientras vosotros estáis fuera, trabajando.
Y yo pensé: pobrecita Trufa, ¡qué perra es su vida!
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