martes, 11 de febrero de 2014

Ni uno más

Los enemigos que brotan a diario como espejos, las preguntas como heridas, la impotencia en la piel, las balas en la nuca, la violencia en las calles, las cabezas separadas de los cuerpos, los cuerpos tendidos e inertes como el frecuente escenario de nuestro país herido. El dolor, el espanto, la pena, el horror, el miedo que se apodera de todos. 
Nadie está a salvo. 
El llanto derramado, las palabras que no curan, las palabras impresas informando, los periodistas muertos al pronunciarlas, al escribirlas, los reporteros muertos haciendo su trabajo; el gobierno inútil que no puede con ello, que se equivoca y en su andar nos aniquila.
Las armas que nos hacen llegar desde el otro lado, la droga que todo lo pudre. Los negocios sucios y sus luchas intestinas, la pérdida de moral y de respeto hacia todo, el valor insignificante de la vida, la terrible sensación de que esto no acabará nunca, que no tiene solución.
Este dolor profundo, constante, estas ganas de gritar que esto pare y conseguirlo, que no sea una costumbre que cada mañana la cifra de muertos y de terror siga creciendo, imparable, grotesca, repugnante. Tenemos una guerra sin rostro definido, en la que el peligro nos acecha a todos, agazapado en cualquier rincón. 
Tenemos miedo, la esperanza cada vez más rota, el corazón cada vez más triste. El país herido, sangrando cada día un poco más, sin encontrar quien lo zurza. México se desangra frente a todos. ¿Cuántos litros más de sangre harán falta para que esto se acabe? 

Ni uno más / Lola Zavala

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