martes, 23 de abril de 2013

Sant Jordi, la princesa y el dragón. Variaciones sobre un mismo tema


El dragón que murió de amor


Una tarde de abril, una hermosa princesa sería devorada por un dragón hambriento y feroz. Caminaba pensativa hacia sus fauces cuando se encontró con el caballero de la poderosa musculatura. El valiente caballero mató al dragón que estiró la pata con mucho estilo: antes de dar el último dragonazo, alcanzó a echarle un lente a la princesa y enamorado, transformó su sangre en un nutrido rosal que abrazó tierna y dulcemente aquella espada.

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El dragón enamorado


El destino de la princesa era ser devorada por el temido dragón. Pero el dragón fue mortalmente herido por la espada de Jordi. Murió enamorado, lo supimos porque no hubo sangre en la escena del crimen, sólo se encontraron rosas rojas alrededor del arma mortal.





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De haberlo sabido


De haber sabido que el dragón era tan romanticón no lo habríamos matado. Habría bastado con volverlo vegetariano y pedirle que donara tantita sangre cada 23 de abril para llenar el pueblo de rosas. Princesa y dragón habrían sido el origen de una nueva especie de humanos-reptiles y la historia habría sido bien distinta. 

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